martes, 1 de octubre de 2013

Reticlaorfages (un merecido homenaje)

Hace muchos años, en el ya extinto BUP, mi profesor de Ciencias nos enseñaba una regla mnemotécnica para aprender el orden de la clasificación de los seres vivos. 

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Han pasado más de veinticinco años, y recuerdo perfectamente este truco que nos enseñó D. Jesús Gullón (Hace poco me hizo mucha ilusión encontrar a su hijo a través de Linkedin). Naturalmente que no tengo ahora mismo ni idea de los detalles del complicadísimo Ciclo de Krebs que tan meticulosamente nos desmenuzó hasta que comprendimos y supimos explicar por nosotros mismos. Y como eso tantas otras cosas. Pero se ganó nuestro respeto a pesar de su bigote, que para nosotros resultaba tan llamativo, y que sin embargo no es lo que yo, por lo menos, recuerdo de él. Es precisamente Reticlaorfages lo que me viene a la mente al pensar en sus clases. 

Esta mañana he visto un cartel en la calle que me ha gustado mucho, lo he fotografiado, y me ha dado la excusa para hacer esta mención a mi profesor de ciencias, que desde hace ya un par de años tenía ganas de escribir. Éste es el cartel:



(bastante autoexplicativo, ¿verdad?)

Durante mi paso por el Colegio San Agustín descubrí que me apasionaba la física, pero no por los vectores, el concepto de aceleración, o el movimiento parabólico, sino a causa de las clases del P. Agustín Bécares, que enfocaba su asignatura no como un fin en sí misma, sino como una mera herramienta de análisis de los problemas y preguntas que uno podía hacerse a cada momento parándose a pensar un poco en el porqué de las cosas.

Después mis "inquietudes científicas" dieron un bandazo y lo que me deslumbró fue la Química, gracias al rigor y el genial modo de conectarlo todo de nuestro profesor de esa asignatura. Si hoy en día me preguntan qué es lo que mejor recuerdo de la química de esos cursos con D. Luis Nuñez, debo decir que su explicación del principio de Le Chatelier como fundamento de toda acción-reacción en la vida (hasta para la psicología adolescente).

Y D. Jesús Fraile, y D. Clemente Sáenz Ruidruejo, de la escuela de Caminos...

Después de tantos años, me acuerdo muy bien de mis profesores. De mis buenos profesores (y me he dejado muchísimos en el tintero, cierto). Me gustaría llegar a ser como ellos.



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